El lugar (a la búsqueda de sitios)
Por Rosa María Ravera

Cuando estudiábamos pintura se nos decía que a partir del renacimiento el arte mira a través de la ventana. P sea, se abre al mundo. Se explicaba también que le arte moderno procedió inversamente dado que se detuvo en el marco (de la ventana). Después supimos otras cosas, o creíamos saberlas (esto nunca es claro). Muchas cosas se olvidan y se piensan otras. Por ejemplo, 'ver a través', no será ver en profundidad?. Pero entonces cabe la pregunta: existirán, para un cuadro, niveles de superficie y de profundidad? No es una cuestión fácil. Y un momento, para qué proponer tales interrogantes? Qué manía es ésta de estar siempre pensando? Más vale mirar una imagen, ya. El marco. Veamos el de la ilustración. Su autor, Oscar Elissamburu, artista marplatense, siente la obsesión del marco. No es su única preocupación, lo ha siempre atraído el juego de lo real y lo irreal, de lo virtual y lo concreto. Desde hace unos cuantos años trabaja en estructuras primarias e instalaciones. Las hace al modo de un constructor, como un arquitecto. Pero volvamos al marco. Lo suele instalar en el cuadro, lo inscribe, persiste e insiste en una presencia ausencia fantasmática que flota en el espacio con vértices desdibujados y rectas filosas. El artista piensa el marco, y medita. Por lo que he visto, lo pone central, sin disimulos, como un simulacro honesto (que querrá decir? Los habrá deshonestos? Habrá que dar explicaciones?). Pero el marco ha tenido muchas vidas, llegamos a enterarnos. Hay enteras series, espléndidas. La imagen en cuestión es una de las primeras. Allí a todas luces el marco se ha tematizado a sí mismo. Nada de virtualidades; más bien una presencia corpórea opulenta. Está engalanado, es rico de materialidad barroca, lleva aderezos, cartuchos de papel impreso que matizan su peculiaridad intermedia (de lo que es límite, de lo que es "entre"). Esos papeles que lo adornan se entreveran y ondulan, se atreven a avanzar hacia adentro, con discreta audacia atisban el vacío, esa nada paradigmática. Perolos juegos están jugados; hay pertenencias. En el espacio hueco ya se instaló el pintor. Todo esto es bastante significativo. A partir del renacimiento la historia de la pintura procedió a meter al pintor en el cuadro (lo aprendí después de aquellos otros conocimientos y no lo olvidé). No creo que Elissamburu lo pensara mucho. Los artistas son intuitivos. Probablemente fue un gesto directo, de apropiación legítima. Se calzó la gorra y se retrató con su obra, el marco.


Crítica aparecida en la revista Espacio del Arte (publicación de artes plasticas), año 1 - nº 1